No, no, no hablo del placer que se siente al "desvirgar" la espuma que trae un buen cañon de cerveza en un día veraniego. Tampoco estoy pensando en afeitarme, y la espuma para el pelo tampoco es amiga mía... Hablo de las "queridas" espumas de las olas.
Todos aprendimos en la espuma, todos fuimos espumillas. Coger un ola en la espuma es lo máximo cuando empiezas, te emocionas, la espuma es tu amiga, no te hace daño.
¿Cuándo la espuma cambia esa relación de amistad con nosotros? ¿Acaso después de aprender, ya no le caemos bien?
Poneros en situación. Un día con olas, tampoco muy grandes, ponle 1m. Vas tranquilamente remando hacia el pico y aparece nuestra vieja conocida. No pasa nada cuando la espumilla es juguetona, pequeñita, la pasas por abajo y a correr.
No, no, hablo cuando ya estás casi dentro y se alinean los astros, viene la gran serie y sabes que te va a romper encima. Por mucho que remes no la vas a sortear, es tu destino. Bueno, encima no, si fuera justo encima se podría pasar bien. No, no, te cae justo a 1 metro o 2 de donde estás.
Este fenómeno se suele dar cuando más cansado estás. Vienes de hacer 3 o 4 patos seguidos entonces aparece. Te das cuenta de que si la ola es de 1m, la espuma que genera es de 1,5m. Ahí entra la duda, ¿hago pato o tiro la tabla? Hagas lo que hagas, estás muerto, te vas a meter en una buena lavadora (de eso hablaré otro día) de la que tardarás en salir.
¿Qué ley de Murphy hace que siempre te rompa la ola en el último segundo, y siempre suele ser la más grande?
Seguiré investigando
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